La buhardilla de Kassandra

Un santuario donde atesoro mis proyectos decorativos... y algunas otras pequeñas maravillas que enriquecen el Alma

marzo 19, 2013

Un toque de realismo

Hoy voy a comenzar haciendo una confesión muy íntima: durante los años anteriores, cuando dejaba pasar semanas e incluso meses sin postear nada en este blog, a menudo no era por falta de ganas o de ideas inspiradas. Lo que ocurría era, simplemente, que después de recorrer tantos blogs estupendos a los que sigo, después de contemplar la belleza inmaculada y la exquisita perfección de los ambientes que sus autoras exhiben con orgullo, a menudo me sentía avergonzada y desanimada al no encontrar en la añosa y modesta vivienda que me cobijaba ni siquiera un rincón que se asemejara mínimamente a aquellos paraísos terrenales dignos ser publicados en las revistas de decoración (de hecho, varios de ellos efectivamente lo han sido). Por eso mis entradas siempre fueron puntuales, sobre labores o proyectos concretos, pero nunca me atreví a mostrar una habitación completa de mi casa, por cuanto ello equivaldría a confesar que mientras me pasaba el día FANTASEANDO con esas casas de ensueño, la casa en la que realmente VIVIA se parecía mucho más a un refugio antiaéreo tras un bombardeo, que a un confortable y acogedor hogar...

Lo cierto es que con el tiempo fui descubriendo que muchas blogueras, incluso en Norteamérica -a la que desde estos lares, en buena parte gracias a Hollywood, solemos mirar como si fuese una especie de "Tierra de la Perfección"- se atrevían a admitir que en realidad, sus casas no son tan PERFECTAS como para ser fotografiadas por una revista... y sin embargo, constituyen una enorme fuente de felicidad y disfrute para ellas, sus familiares y amigos e incluso sus queridas mascotas. Y con pesar, descubrí también que a algunas de aquellas a quienes más admiraba -y secretamente también envidiaba un poquitín- por poseer las casas más hermosas que hubiera visto en Internet, por diferentes razones la vida les había presentado otro tipo de desafíos (divorcios, pérdidas laborales o personales) que dejaban en claro la futilidad de una bella "escenografía" si ella queda de pronto vacía de contenido. 

De ahí que, este año, he decidido poner en mi mente, en mi vida y en mi blog un toque de realismo: abrir mi casa y mi corazón, y mostrarlos a quienes lleguen hasta esta página COMO REALMENTE SON (¡no como yo quisiera que fuesen!). Tal vez no haga diferencia para nadie ahí afuera; pero en lo personal me siento mucho más honesta, y también más espontánea al no tener que cargar todo el tiempo sobre mis espaldas la implacable exigencia de la perfección... Así que de esto se trata mi primer post como recién llegada a esta nueva ciudad: un pequeño tour para que conozcan al que será nuestro refugio temporal por los próximos dos años, y también un estupendo lienzo en blanco donde poner en juego todas mis habilidades creativas como decoradora, artesana, costurera y recicladora de objetos en desuso, e ir transformando poco a poco cada una de sus habitaciones hasta convertirlo en un verdadero HOGAR... 

Antes de entrar, debo sin embargo hacer un par de aclaraciones: la primera es que -por las razones que expliqué en el post anterior- debimos retirarnos en forma bastante urgente de nuestra antigua vivienda, por lo que no hubo tiempo de pintar la casa a nuestro gusto ANTES de hacer la mudanza (¡esa es la tarea que nos espera a partir de hoy!); y la segunda es que, aunque llevamos ya una semana en la misma, un súbito estado febril de origen desconocido (¿estrés post-mudanza, quizás?) me tuvo en cama los últimos cuatro días, impidiéndome adelantar algo en lo que a orden se refiere. Así que lo que verán es exactamente lo que yo vi al levantarme esta mañana... ruego benevolencia, señoras: después de todo, esto es LA VIDA REAL.

¡Bienvenidas sean, pues, a mi nueva casa! 

 
 

Como pueden observar, lo que será el living-comedor tiene una pared completa y la chimenea pintados en un agobiante rojo bermellón, con el resto de las paredes en color arena... 


...y este pequeño espacio será mi rinconcito personal para escribir, bloguear o navegar por Internet (favor no fijarse en el estado de la silla: es una Cenicienta "rescatada" de un contenedor de basura, en espera de que su hada madrina se digne dedicarle algunas horas...)

 

El dormitorio infantil, que también luce hasta hoy una pared bermellón (¿a quién se le habrá ocurrido que un niño en su sano juicio podría descansar apaciblemente en un entorno tan... vibrante? ¡Desde luego a alguien que nunca leyó nada sobre Colorterapia!)

 
 

El baño es de lo mejorcito de la casa (¡hasta lo llamaría "bonito" si me apuran!), aunque desde luego le hacen falta algunos toques shabby chic...


La cocina necesita bastante trabajo, pero tiene potencial ¿no creen? (ruego obviar las bolsas y cajas aún amontonadas por los rincones, la etapa de organización vendrá después de la pintura). 


Este es el patio trasero, con la ropa recién lavada secándose al sol, tras la cual se puede ver el rústico parrillero. Hay muchas ideas para esta área, pero se las iré contando poco a poco ;)

Y dejé para el final lo que ha sido durante estos días el cuartel general de la familia: mi futuro dormitorio, hoy simplemente una especie de campamento en mayor escala con camas en el piso y bolsos y cajas conteniendo toda nuestra ropa aún por clasificar y ordenar. Esta es tal vez la habitación que más tardará en completarse, porque como es en la que tengo más cantidad de proyectos por aplicar, la dejaré para el final del makeover... 

 

Aunque como podrán comprobar, al benjamín de la familia no parece afectarle en lo más mínimo: esto de dormir, comer y mirar sus dibujos animados favoritos en una misma habitación es como una especie de aventura para él... ¡y vaya que lo disfruta!

 

Ahora, un pequeño adelanto de lo que se viene: hoy mi compañero comenzó con la pintura de las paredes. La chimenea dejó atrás sus días de furia roja y se vistió con un suave color marfil que le sienta mucho mejor. Y para estrenar el nuevo look, decidimos encenderla esta noche, para asombro y deleite de nuestro "gitanillo"...


Bueno, hasta aquí llegamos por esta vez. Prometo mantenerlas al tanto de los progresos que vayamos haciendo ambiente por ambiente, así que... ¡no se pierdan el próximo capítulo de este peculiar REALITY SHOW! (tenemos trabajo y material bloguero para rato...)

Bendiciones, y hasta la próxima. 
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marzo 05, 2013

Preparando las valijas

Fuente

Parece mentira, ha pasado casi un mes desde mi última entrada... Al comenzar 2013 una de mis “resoluciones de Año Nuevo” consistía precisamente en ser más constante en esto de postear en el blog; y en enero –gracias a una inesperada sobredosis de creatividad que me mantuvo pegada a la máquina de coser y a los tarros de pintura durante buena parte del mes­­­– tuve bastantes cosas lindas para mostrar a mis pocas pero fieles seguidoras y a aquellas nuevas visitantes que (gracias a las link parties organizadas por varias encantadoras anfitrionas) se atrevieron a superar la barrera idiomática para venir a conocer esta pequeña buhardilla.

Pero llegó febrero, y con él debí afrontar una movilizadora realidad: a fines del año pasado alguien decidió que esta casa donde viví con mi familia los últimos dieciocho meses, a la que tanto trabajo y amor dedicamos para rescatarla de décadas de descuido y recuperar –al menos en parte– su encanto de otras épocas, ya no será más nuestro hogar. Y si bien mi tendencia natural es “aceptar con serenidad aquellas cosas que no puedo cambiar” (como enseña la maravillosa oración de Reinhold Niebuhr), confieso que esta vez algo dentro de mí se rebeló, y en lugar de preparar con tiempo mis pertenencias para la mudanza inevitable –como diligentemente hizo mi Compañero de Vida–, opté en cambio por dejar correr las semanas en una especie de ensueño, con la vana esperanza de que algo surgiese a último momento y finalmente no tuviésemos que abandonar este modesto refugio donde me he sentido tan confortada y protegida.


Sí, porque yo establezco complejas relaciones afectivas con el “espíritu” de las casas donde vivo. A algunos puede parecerles extraño, incluso bizarro; pero apenas entro a una casa, puedo sentir en cada fibra de mi cuerpo lo que “dicen” sus paredes, qué tipo de energía la habita, hasta en ocasiones la historia que encierra. Definitivamente, sé cuando una casa me da la bienvenida ¡y también cuando una me expulsa irremediablemente! Y como en su momento dejé asentado en el blog, esta vieja casa nos abrazó desde el principio, como si nos hubiese estado esperando siempre. Mi hijito ha corrido por su enorme patio y ha trepado a sus árboles con una libertad que jamás conoció en sus tres años de vida; mi pareja ha encontrado en ella rincones para expresar su talento artístico con renovada fluidez, y yo misma, cobijada por el tibio sol de las mañanas que entra a raudales por sus ventanales, he sentido cómo mi cuerpo y mi mente se renovaban con la práctica diaria de la meditación y el descubrimiento de lo sagrado en lo cotidiano. He amado profundamente esta casa, aún debiendo compartir el espacio con personas indiferentes, que sólo veían en ella defectos y fealdad; y he experimentado momentos de auténtica epifanía en medio de las tareas más sencillas, como coser, cocinar o sembrar una pequeña huerta. Pero el río de la vida a veces discurre por tramos de aguas turbulentas, y más allá de nuestros deseos, ha llegado el momento de decir adiós a esta cálida y hospitalaria amiga, armar las valijas y continuar el viaje. Un viaje que nos lleva lejos, a casi trescientos cincuenta kilómetros de distancia de Montevideo, hacia una ciudad pequeña, dinámica y cosmopolita, enclavada en la frontera con el exuberante y alegre Brasil...

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No ha sido un proceso fácil, lo confieso. Dicen por ahí que las mudanzas son el tercer factor más generador de estrés en la vida de las personas –después de la muerte y el divorcio–; y durante estas últimas semanas me he transformado en un buen ejemplo para respaldar dicha estadística. Mi estado de ánimo fluctúa permanentemente, alternando períodos de irritabilidad y angustia extrema con episodios de apatía y desgana total, mientras contemplo resignada cómo –¡una vez más!– nuestra vida entera es encerrada y rotulada en innumerables cajas de cartón... Al principio, tuve la esperanza de que ésta fuera la definitiva, que sin importar cuántos sacrificios costara, nos instalaríamos en una tierra propia donde comenzar a sembrar el sueño de un hogar más estable y permanente. Pero una serie de negocios no concretados y limitaciones financieras decidieron que, nuevamente, nos estemos dirigiendo a una solución habitacional “temporal”: una casa alquilada que nos albergará por los próximos dos años, mientras desarrollamos nuevos proyectos laborales que nos permitan a posteriori concretar, por fin, el tan acariciado sueño de la cabañita cerca del mar...

De la nueva casa, ¿qué puedo decir? No es un palacio, ni se encuentra en la zona más comercial de la ciudad, pero está dentro de nuestro presupuesto y tiene las comodidades básicas necesarias para permitirnos una vida tranquila, sin sobresaltos: un amplio living-comedor con estufa a leña, dos dormitorios aceptables, un baño confortable y prolijamente revestido de cerámicas nuevas, una cocina grande y soleada, y un gigantesco patio trasero con parrillero y espacio suficiente para niños, mascotas, flores e incluso una nueva huerta orgánica... Sin embargo, debo admitir un defecto de carácter que me ha marcado durante gran parte de mi vida adulta: las viviendas “provisorias” –bueno, en realidad TODAS las viviendas lo son en mayor o menor medida, pero en este caso me refiero a cuando una sabe de antemano que va a vivir allí únicamente un período determinado de tiempo– generalmente no me motivan demasiado en el aspecto decorativo. Es como si, al estar “de paso” en un lugar, no valiera la pena invertir demasiado esfuerzo en mejorar su apariencia, y en cambio fuese preferible reservar toda la energía creativa para cuando finalmente logre instalarme en “la casa de mis sueños”...

Pero hace poco, en uno de los blogs que sigo, una dama muy dulce publicó un post que me hizo reflexionar sobre el tema (¡gracias, Sissie!); y de pronto comprendí que, sepamos o no de antemano cuánto tiempo vamos a permanecer en un sitio determinado, la realidad es que en el momento presente ESA ES “NUESTRA” CASA, es el techo que nos cobija aquí y ahora, y por tanto merece un toque de amor y creatividad para transformarlo en un HOGAR, lo más personalizado y acogedor posible (mi amiga Lady of the Woods ha sido también una gran fuente de inspiración al respecto, ya que después de casi diez años viviendo “provisoriamente” en una casa prestada, decidió por fin que ese era su hogar definitivo y lo ha convertido –brocha y pintura en mano– en un exquisito y etéreo santuario de belleza en blanco, plateado y tonos pastel, ¡digno de una Reina de las Hadas!) 

Fuente: fairycafeandgarden.blogspot.com

De modo que por estos días, mientras empaqueto las últimas pertenencias, me he dedicado casi exclusivamente a diseñar el aspecto de mi futuro “Petit Trianon”. Al principio pensé decorar en blanco y azul lavanda –los colores de mi alma, como suelo decir–; pero mientras recorría las habitaciones de la nueva casa, sentí que ella me susurraba insistentemente: “Suéñame en crema, marfil, arena, champagne...” [sí, ya se los advertí, esto de conversar con las casas puede no sonar muy cuerdo, pero siempre funciona para mí]. Así que decidí crear un nuevo tablero en Pinterest, en busca de inspiración para pintarla a partir de una paleta de colores neutros y naturales que sirvan de marco a mis amados muebles blancos de estilo francés... ¡y estoy fascinada con las maravillas que he encontrado!

Pulsa sobre la imagen para visitar mi nuevo tablero en Pinterest

Bueno, hasta aquí la explicación de mi ausencia durante el último mes, y también el anuncio de un pequeño break hasta que estemos instalados (al menos precariamente) en la nueva ciudad, ya que como bien saben todas las que hayan atravesado por instancias similares, es imposible prever cuándo nos conectarán los servicios telefónicos y de internet... Igualmente, ni bien me sea posible prometo volver para contarles las novedades, y si todo sale como esperamos, ir compartiendo paso a paso la transformación de cada ambiente de la casa. 

Por ahora les digo simplemente “Hasta muy pronto”, y tengan la seguridad de que las voy a extrañar!!!
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Regresa pronto!!!

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